Argentina

Adiós al mejor

Quizás sea la raya de cal que delimita un campo de juego el límite de su reino, como fueron para Monzón, Bonavena y Gatica las cuerdas del ring, o para James Hunt la entrada de un autódromo. En ese reino, de cortos, con cualquier casaca fue el mejor, muy lejos, nadie impresionó tanto al mundo, a nadie el mundo se le rindió y abrió de la forma que lo hizo con él. Y ese límite debería ser también el nuestro a la hora de hablar o escribir sobre alguien que será leyenda por muchísimos años. Por fuera de ese límite, sin cortos y sin correr, habitó el mundo 60 años un ser humano corriente en circunstancias nada corrientes. No voy a hablar más que de mí. ¿Qué habría hecho yo con millones de dólares lloviendo a mis bolsillos a mis veinte años? ¿Qué habría hecho yo si a mis veinte hubiera tenido a mi disposición una fila interminable de bellezas mundiales muriendo por una noche de pasión conmigo? ¿Qué habría hecho yo si me regalaban una Ferrari cada tanto? ¿Qué habría hecho yo si hubiese sido adulado por presidentes, dictadores, reyes, príncipes, papas, narcos a lo largo y a lo ancho del globo? No sé, pero seguramente me hubiera costado muchísimo mantener un comportamiento ejemplar o por lo menos mejor al que llevé adelante. Los invito a cada uno que se anima a juzgarlo, – a nadie debemos juzgar, famoso o no- a formularse las mismas preguntas previamente. Como ser humano corriente tiene sus luces y sus sombras, con la diferencia que al ser tan famoso sus sombras salieron a la luz. ¿Vivirían tranquilos y pundonorosos si vuestras sombras estuvieran en los medios por años con el morbo humano regodeándose en ellas?. Como ser humano corriente tuvo todo el derecho de elegir equivocadamente en quien confiar y pagar el precio de ser mal aconsejado, robado, estafado y traicionado. ¿Ustedes nunca se equivocaron de amigos, de novias, de esposas?. Y me extraña que quienes dicen morir por él, nunca hicieron énfasis en sus luces, debe ser porque no venden. No se dijo mucho que su problema de adicciones comenzó muy temprano por el exceso de infiltraciones debido a los golpes que los árbitros permitían. Tampoco se dijo mucho lo generoso que fue con su familia, que salvo su padre y su madre le pagaron bastante mal. No vi hacer énfasis en la jugosa donación que hizo al club de sus amores para un estadio nuevo y los dirigentes usaron el dinero para otra cosa. No leí por ningún lado la larga lista de instituciones a las que me consta que ayudó económicamente hasta el presente. ¿Cómo piensa? ¿A quienes apoyó? Yo tengo amigos y hasta familiares que hablan fanáticamente por los mismos y están en su derecho. Eso no debería ni siquiera contar. De modo que para decir adiós hay que volver al límite del campo de juego y allí no hubo ni habrá otro como él. Ninguno con quienes se lo compara le llega al tobillo y no es por capacidad técnica, sino por esa conjunción de brillo técnico, entrega, pasión, coraje, resistencia y algo no menor, liderazgo. En definitiva la maravillosa mezcla de esfuerzo y amor. Vino bien de abajo, puso todo lo que hay que poner y amó hasta el delirio y el dolor, aquello que hacía. Sólo por eso y más en esta hora, merece nuestro respeto y admiración. A mí me ganó para siempre en dos momentos, y ambos fueron de cortos y en una cancha: en 1986 contra Inglaterra y en 1990 contra Alemania, simplemente porque jugó sintiendo a nuestra bandera, que en ambos casos había sido duramente mancillada. Chau Diego, no tendré vida para ver en acción a alguien igual a ti.-

Enrique Momigliano. Buenos Aires, 25 de noviembre de 2020

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