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Bayern Munich logra el sextete

El Bayern sucedió al Barça de Guardiola como segundo equipo de la historia en conquistar un sextete, sello de todos los títulos en juego en un curso y marca de prestigio.

Lo consiguió ante el Tigres, primer equipo mexicano en alcanzar una final del Mundial de Clubes, a base de solidez defensiva, generosidad y centros a la olla. Como dijo Lewandowski tras el partido: “Les dije a los chicos en el descanso que me tirasen centros, que ganaría espacios arrastrando a los centrales”. Fue así, por la vía de la final de Lisboa, como el Bayern salió victorioso de Doha.

El foco de covid-19, las bajas de Goretzka y Javi Martínez antes del viaje, el positivo de Müller la víspera del partido, la incertidumbre en la concentración tras una larga semana de contratiempos, pudieron afectar al Bayern. El equipo de Flick saltó al campo más rígido que de costumbre. Que este Bayern de muchachos esforzados y altruistas haya hecho historia coleccionando títulos en estadios vacíos no le convierte en un equipo fascinante. Nunca lo fue. Mucho menos en Doha.

Tigres
Guzmán, Luis Rodríguez (Julián Quiñones, min. 79), Carlos Salcedo, Jesús Dueñas, Diego Reyes, Luis Quiñónes, Guido Pizarro, Aquino, Rafael Carioca, Carlos González y Gignac
Goles
1-0 min. 58: Benjamin Pavard.
Jesús Dueñas (min. 41), Luis Rodríguez (min. 68) y Rafael Carioca (min. 89)

Frente a Tigres, un conjunto de veteranos bien amalgamado cuya plantilla estaba muy por debajo de la categoría de su adversario, el Bayern no se impuso por la destreza de sus combinaciones sino por el tremendo poderío de su reparto defensivo. Reducidos Lewandowski, Gnabry y Sané a la condición de meros operarios, atados en la trama mexicana durante buena parte de la primera hora de partido, la disputa se encauzó por donde mandaron Lucas Hernández en el eje de la zaga, Davies en el lateral izquierdo, Pavard en el derecho, y un doble pivote que trabaron Alaba y Kimmich formando una pantalla impenetrable. Imposible de romper, al menos, para el soberbio Gignac, nueve y medio, jugador inteligentísimo al que ninguno de sus compañeros en el ataque logró acompañar. A la hora señalada, le fallaron todos. Especialmente el colombiano Luis Quiñones.

Imparable en la semifinal contra Palmeiras, al flaco Quiñones se le endureció el pie izquierdo frente al Bayern. Ofuscado cada vez que tuvo tiempo para decidir, eligió mal. Cada vez peor, según transcurrían los minutos y sus compañeros le contemplaban ansiosos, pues de su desborde por afuera dependía buena parte de la fluidez de los ataques. El partido se consumió con la paciencia de todos, pues el extremo amenazó con encarar pero acabó por centrar con los ojos cerrados. Tan negado estuvo que el monolítico Süle le mantuvo a raya sin que se le advirtiera apenas exigido.

Empantanada la final en el mediocampo, el tráfico tuvo recorridos cortos en una parcela estrecha que casi siempre dominaron Carioca, Pizarro, Salcedo, Alaba y Kimmich. El bloqueo solo se rompió gracias a la variante Davies-Alaba, que intercambiaron posiciones y abrieron la única brecha visible. Alaba se movió a su viejo puesto de lateral para lanzar a Davies. La sencilla permuta fue ejecutada de memoria y el canadiense resultó imparable en sus carreras, sus frenadas y sus conducciones. Por su banda se abrió la defensa de Tigres, pero los delanteros no lo aprovecharon.

Como en la última final de la Champions, el Bayern acabó salvando el obstáculo decisivo a base de tiros desde fuera del área y centros. El VAR le anuló el 1-0 a Kimmich, que le pegó desde 30 metros en la primera parte, y el VAR le concedió el 1-0 a Pavard tras un centro de Kimmich. El envío se dividió entre el Patón Guzmán y Lewandowski, el polaco hizo honor a su arenga de vestuario chocando contra el portero y tocando el balón con el codo, Salcedo rompió el fuera de juego, y Pavard empujó el rebote. El árbitro hizo mutis. Gol válido, título válido, y sextete válido.

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