El Madrid también ha sido semifinalista en 12 de las últimas 14 temporadas.

“Es algo especial para el club, para todos los madridistas y para nosotros, que también somos madridistas. Es una competición en la que estamos más centrados”, afirma Ancelotti, que como entrenador puede ganar una quinta Liga de Campeones, una cifra récord.
Se supone que los equipos no deben disfrutar de tal superioridad en una competición repleta de los clubes más grandes y ricos del mundo. Ni siquiera los grandes equipos de los últimos tiempos, como el Barcelona de Pep Guardiola o el Manchester United de Alex Ferguson (ambos finalistas repetidos), pudieron acercarse al tipo de control que ha tenido el Madrid en la Liga de Campeones. E incluso frente a la competencia de equipos respaldados por el Estado como Manchester City y Paris Saint-Germain, el rey de Europa de todos los tiempos se niega a ser destronado.
Por eso esta final es tan intrigante.
Es un choque entre el dinero antiguo y el glamour del Madrid y el enfoque inteligente de un equipo de Dortmund que ha encontrado una forma alternativa de competir con las superpotencias de Europa.
No hay mejor ejemplo del contraste entre los rivales que Jude Bellingham, quien cambió el Dortmund por el Madrid el año pasado en un acuerdo valorado en hasta 139 millones de dólares.
