Bruselas / Nápoles — El viernes cayó la bomba: Kevin De Bruyne, el motor creativo de la Selección de Bélgica y figura del Napoli, podría estar fuera de los terrenos de juego hasta 2026 tras una lesión que pone en jaque tanto a su club como a su país.
Desde hace semanas, a De Bruyne se le veía con molestias, una sombra que se hacía más evidente en los entrenamientos y en las ruedas de prensa. Pero nadie esperaba que ese malestar se transformara en una suspensión prolongada. El diagnóstico fue contundente: su salida del equipo se alarga mucho más de lo previsto.
Un golpe al proyecto napolitano
Para el Napoli —equipo que había depositado muchas fichas en él este curso— la ausencia de De Bruyne es un revés serio. El belga no solo aporta asistencias y goles, sino que imprime estilo, pausa y dinámica al ataque. Sin él, el conjunto del sur de Italia tendrá que reinventarse rápidamente.
Bélgica, ¿y ahora qué?
Por su parte, Bélgica, que aún busca reencontrarse en la era post-“Golden Generations”, pierde a su cerebro ofensivo en un momento clave. Derrotas o tropiezos próximos podrían pesar más sin su presencia. Será una prueba de fuego para sus compañeros, para su entrenador y para el país que esperaba un nuevo empuje.
¿Qué sigue para De Bruyne?
- Rehabilitación: ya se habla de meses de proceso intenso para recuperar su forma física.
- Regreso: aunque se apunta a inicios de 2026, todo dependerá de cómo evolucione.
- Mentalidad: el reto no es solo volver a jugar, sino volver al ritmo y nivel que lo caracterizan.
Reflexión final
Las lesiones son parte del juego, pero cuando afectan a un jugador de talla mundial como De Bruyne, el impacto trasciende el césped. Es un llamado de alerta para clubes y selecciones: la dependencia de una estrella tiene su riesgo. En Nápoles y Bélgica ahora empieza otra historia, una con más sombras pero también con retos que pueden tender hacia la resiliencia.
